“Entre el lodo y el silencio: familias de Poza Rica vuelven a lo que fue su hogar”
***Regresaron a sus casas y no encontraron nada, la ayuda del gobierno sigue sin aparecer.
Poza Rica, Ver., 11-octubre-2025.-Las calles Pozo 174 y Manuel Capetillo ya no se parecen a lo que eran. El agua bajó, pero dejó atrás un paisaje de ruina y silencio. En la colonia Morelos y la parte alta de Las Granjas, los vecinos regresaron esta mañana a ver lo que quedó de sus casas: paredes agrietadas, techos caídos, colchones empapados y una esperanza que se sostiene apenas con fe.
“No tenemos nada, ni dónde sentarnos ni dónde acostarnos. Hemos pasado dos noches sentados”, cuenta un hombre mientras muestra el interior de lo que antes era su sala. Las paredes, ennegrecidas por el lodo, apenas dejan ver los restos de muebles flotados por la corriente. “Esperamos ayuda del gobierno, cuando menos un colchón o algo. Todo se nos mojó”.
El nivel del agua subió nueve metros, aseguran los vecinos. Dos casas de madera con techo de zinc fueron arrasadas por completo. “No quedó nada, nada. A la vecina solo le quedó la caja de su camioneta, y al otro, su carro nuevo lo arrastró el arroyo”, relata Ángel Salvador Leiva, uno de los damnificados.
Leiva vive en la colonia Las Granjas, parte alta. Su casa, hecha de material, también fue rebasada por la creciente. “Mi casa fue tapada, me reventó ventanas, las puertas están tiradas, mi carro apareció en el patio de la vecina. Es pérdida total”, dice con la voz temblorosa. Pero enseguida se recompone: “Lo principal es que tenemos vida. Con la bendición de Dios vamos a salir adelante”.
Las familias coinciden en algo: nadie del gobierno ha llegado a ayudarlos. “Hasta ayer en la tarde no había entrado ninguna autoridad. Solo unos policías para revisar si había difuntos, pero no para apoyar”, lamenta Leiva.
Más de 150 familias quedaron sin hogar. La mayoría se refugió en albergues improvisados o casas de familiares, y regresan cada día entre el lodo para rescatar lo poco que quedó. Algunos vecinos lo hacen no solo para limpiar, sino para evitar los robos. “Se están rapiñando todo. Nosotros no sacamos nada, y lo poquito que queda se lo están llevando”, denuncia otro habitante, mientras observa los restos de su vivienda.
Los testimonios se repiten como eco entre las ruinas. “No tenemos ni cepillo, ni pasta, ni ropa. Gracias a la gente que ha venido a dejarnos café y comida, porque del gobierno no hemos recibido nada”, dice un hombre que ahora duerme en un albergue.
En estas colonias de Poza Rica, donde el agua alcanzó techos y arrasó historias, el sentimiento común es el abandono. Algunos recuerdan el desastre de 1999 y repiten resignados: “Veintiséis años después, vuelve a pasar. Pero ya sabemos que cuando el río crece, lo primero es salir vivos”.
El agua bajó, pero dejó una marca más profunda que la humedad: la certeza de que aquí, entre la colonia Morelos y Las Granjas, los damnificados no solo perdieron sus casas. Perdieron también la confianza en que alguien los escuche.
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