Policiaca

Entre el lodo y el olvido: la historia de Adán y sus padres, víctimas de dos tragedias y de la indiferencia gubernamental

Xalapa, Ver.— Hace casi un año, Adán Moreno Ortiz volvió a perderlo todo. No por primera vez. Su historia —y la de su familia— está marcada por el lodo, los deslaves y el silencio institucional. El primero de julio de 2024, un alud sepultó las viviendas a donde él y sus padres habían sido reubicados tras un desastre anterior. En esta segunda tragedia, su padre quedó atrapado bajo tierra por más de cinco horas. Fue rescatado con vida, pero las secuelas físicas y emocionales aún lo mantienen fuera de pie.

Adán habla con voz pausada, casi resignada. Su petición es clara: “No pedimos una dádiva, solo queremos que cumplan lo que ya nos habían prometido”.

En 2021, tras el paso del huracán Grace, Adán perdió a cinco de sus hijos. La tragedia lo dejó devastado, pero tuvo que levantarse para acompañar a sus padres, quienes también fueron víctimas del desastre. El gobierno del ex gobernador Cuitláhuac, entonces, les ofreció una nueva vivienda. La aceptaron, sin imaginar que años después vivirían una pesadilla aún más cruel.

En 2024, reubicados en una zona inestable en la colonia Rafael Hernández Villalpando, sus padres fueron nuevamente alcanzados por un deslave. “No nos dieron opción, ellos mismos nos dijeron que aquí estaríamos seguros. Y volvió a pasar”, recuerda Adán.

Su madre, con afectaciones en las piernas por el golpe del lodo, apenas puede caminar. Su padre, atrapado en el baño, fue rescatado de entre toneladas de tierra por un vecino. “No puede trabajar. Le duele todo el cuerpo, no puede cargar cosas. Se la pasa de casa en casa, porque ya no tenemos hogar”, cuenta su hijo.

La familia ha tocado todas las puertas posibles. Ayuntamiento de Xalapa, Invivienda, Protección Civil. Las respuestas son vagas: que están esperando dictámenes, que se analiza un terreno, que se requiere otro estudio. Las promesas se diluyen en el tiempo.

“Nos dicen que esperemos hasta el próximo febrero. Ya llevamos un año así. Mis papás están grandes. No se puede vivir esperando”, dice Adán, mientras muestra el terreno aún lleno de escombros y lodo donde alguna vez estuvo su hogar.

A pesar del miedo constante de que vuelva a llover fuerte, la familia ha tenido que permanecer cerca de lo que queda de sus viviendas para evitar saqueos. “Ya nos han robado todo lo que la gente nos había regalado después del primer deslave. Refrigerador, estufa… lo poquito que teníamos”, lamenta.

Los padres de Adán viven con temor constante. No duermen cuando llueve. El lodo les dejó heridas profundas en el cuerpo y en la memoria. El padre, aún con dolor, insiste en que no buscan caridad: “Solo queremos saber si nos van a ayudar o no. Que lo digan claro. Que no nos sigan dando largas”.

Esta historia no es solo sobre el lodo que los enterró, sino sobre la indiferencia que los mantiene varados entre promesas rotas y la desesperanza. Adán y su familia no solo han sido víctimas de los desastres naturales, sino también de un sistema que no ha sabido responderles con justicia.

Mientras tanto, esperan. Entre ruinas, entre el miedo y la incertidumbre. Porque cuando el Estado falla, la tragedia no se detiene: se repite.